dimarts, 7 d’abril del 2009

En la mochila

Lo mejor de llevar a mi hijo colgado a la espalda es la comodidad. Puedo ir más deprisa o más despacio según me plazca; cuando quiere caminar, no me tengo que preocupar por llevarle de una mano y aguantar el carro al mismo tiempo; puedo ir a comprar, subir y bajar al metro sin molestarme en mirar si hay ascensor...
Cuando se queda dormido no me tengo que preocupar de donde dejarlo, lo llevo encima! ni tengo que estar pendiente por si se despierta... me entero inmediatamente cuando lo hace.
Me encanta colgarme a Roure de la espalda, sentir sus manitas jugueteando con mi pelo, sus pies patalenado el aire, su cabecita apoyada en mi espalda cuando se duerme...
Es una experiencia que no cambiaría ni por el mejor carro del mundo...

"Me encanta cuando mi madre me lleva en su espalda. La sensación de sentir su cuerpo, poder oler su pelo, notar cuando corre o se le acelera el corazón, oir su voz, sentir sus pasos... balancearme con ellos hasta quedarme dormido apoyando mi cabeza en su espalda.
Siempre estar cerca de ella, sientiendo que nada malo me puede pasar al estar a su lado, notándola pegada a mí, como cuando estaba en su interior. Unidos para siempre.
Me da mucha pena cuando me deja porque tiene cosas que hacer, pero sé, he aprendido, que siempre vuelve, y siempre me coge en sus brazos y cuando salimos a pasear me cuelga a su espalda y entonces soy el niño más feliz del mundo, porque tengo cuanto necesito: el contacto de la piel de mi madre, la leche que me da y el cariño y el amor que me demuestra día a día"